Olisquear las cosas en lugar de devorarlas

“Entro y salgo de mis cuadros, buscando algo que no siempre encuentro. Igual que en el mar, lo habitual es bajar y no encontrar nada. Pintar es, casi siempre, hacer cosas en vano”,

 “La verdad es que no soy un nostálgico. Tengo muchos vicios, pero ese todavía no”.

 “En realidad siempre pinto lo mismo, aunque a veces no lo parezca. Supongo que es así, fatalmente, para cualquier artista”, desestima. “Lo que es cierto es que la ligereza siempre es un afán para mí, en todos los ámbitos. Si mis cuadros han sido pesados alguna vez, ha sido a mi pesar. Aspiro a tener relaciones menos tensas con el mundo. A olisquear las cosas, en lugar de devorarlas”.

África le cambió la vida: “Fue como hacer un reset de todo”. Pero hace cuatro años que no puede pisar el país africano, donde se compró una casa y congenió con la etnia dogón, fascinado por su religión animista. “Uno corre el peligro de que lo rapten o lo maten. Pero no me voy a quejar, porque peor lo tienen ellos”, responde.

En un rincón del taller se distingue un cuadro de su hija, que está terminando Bellas Artes. “Tiene un mundo muy suyo y siempre ha pintado. A mí me horrorizaba que lo hiciera, pero no supe cómo disuadirla. Lo intenté regalándole cámaras de fotos, pero no hubo manera”, confiesa. “Esta es una vida jodida y uno no quiere que sus hijos sufran, sino que sean felices. Y lo normal cuando uno pinta es pasar muchas horas infelices”.

Roland Topor: "Dibujar es mi práctica más íntima"

Dibujos extraídos del libro “Les combles parisiens”, editorial Librairie Séguier, París, 1989.

Entrevista de   2 MAR 1978 en el País

«Dibujar es mi práctica más íntima. Se establece entre yo y yo, y es la manera que tengo de hacer salir lo que hay en lo más profundo de mí, sin tener que darle formas codificadas por los otros. En cambio cuando escribo tengo que acudir a los códigos de los demás, que deben participar en mi escritura.»«Escribo para los demás, dibujo para mí. Y de ahí salen tantas cosas... Por eso lamento tanto que la gente deje de dibujar tan pronto. El dibujo es muy importante porque no se puede calificar, no se puede encasillar, es difícil decidir si está bien o mal. No hay bien y mal en el dibujo. Sólo el propio dibujante puede decir, acaso, si consiguió lo que pensaba. Creo que la gente no está familiarizada con el dibujo, y piensa que hacerlo bien es hacerlo como los otros. Y en cambio los que dibujan bien son, precisamente, los que se inventan su propio lenguaje. Me gustaría decir a todo el mundo que es posible hacer lo que uno quiera, si quiere.»


EL PAÍS: Usted, Topor, ha creado una escuela cruel.
Roland Topor: No, yo no he sido. Esta manera de dibujar y pensar es fruto del tiempo. Vivimos rodeados de esa particular imagen de la felicidad: encendemos el televisor, vamos al cine, salimos, y ahí está, todo felicidad. No hay vísceras ni humores. Los héroes de la publicidad no manchan la ropa de sudor, no van al WC, no tienen sangre. Esta civilización sin humores es muy agresiva para la gente. Porque la gente sí mancha su ropa y sí tiene vísceras. Negarlas es someterse a violencia.
Mucha gente ha sentido la misma revuelta que yo y hace parecidas cosas. Y esto ocurre en Estados Unidos y en Polonia, en Francia y en la Unión Soviética. No, yo no he creado una escuela de eso que llamanhumor negro. Ha sido la agresividad de la cultura oficial y del contexto en que vivimos.
EL PAÍS: Topor perteneció al Grupo Pánico, ese grupo de extranjeros en París, en el que se unían Arrabal, Jodorowsky, Diego Bardón, a veces Jerome Savary, para dinamitar el entorno cultural, fuera cine, teatro o pintura o literatura. ¿Qué fue el Grupo Pánico?
R. T.: El Pánico es un grupo que no existe. Es una idea, un sueño de grupo. Y no es un grupo porque no nos gustan los grupos, pero lo inventamos para probar que todavía funcionan los grupos.
La gente tiene conciencia de grupo, le gustan mucho los grupos. Todavía hay gente interesada, por ejemplo, en montar exposiciones del Grupo Pánico... Es porque la historia del arte es una enfermedad, y habiendo un grupo nos pueden meter en la historia, que es lo que les gusta. Yo creo que no hay historia en el arte. Creo que hay evolución, pero no progreso. Y la historia en arte a lo más que llega es a explicar cuándo pasó la gente o las cosas.... pero Velázquez no es peor que Goya porque ocurriera antes, a ver si me explico. Los dos son posibilidades del espíritu humano, que en cada caso ocurrió que seencontraron... Ahora, para que se considere cualquier arte como importante hay que encontrar su historia. Pues bien, yo sigo pensando que el arte está en otro terreno.
EL PAÍS: Sin embargo, no creo que se pueda entender Topor sin el surrealismo.
R. T.: Pues yo me siento más cercano a sus precursores. Y te podría dar una lista bien larga de nombres, desde Goya, desde el Bosco, desde Blake. Los surrealistas han dado un nombre a todo esto y lo han limitado. No digo que sean malos -hay maravillas entre los surrealistas, hay muchas cosas que me gustan-, pero han dado la idea errónea de que lo fantástico - visceral es histórico. Han inventado esa palabra y la gente se ha quedado muy contenta. Creo que los surrealistas son importantes, pero Goya o Blake se limitaron a pintar y no tenían por qué dar una receta. En este sentido, a mí lo que me interesa es el cuerpo humano, y la posibilidad de enfermedades, las mil exageraciones de su uso, y etcétera. Pero ésta no es la única posibilidad.
EL PAÍS: ¿Y Artaud?
R. T.: Artaud era un tonto genial. Me interesó. Ahora sólo me queda cierto interés por la gente que habla de Artaud. Es demasiado serio.
EL PAÍS: ¿Demasiado serio? Usted ha dicho que no le gusta que se hable del humor de sus dibujos.
R. T.: Es que cuando hablamos de humor estamos forzados aún a hablar de algo inglés. No me interesa el humor. Me interesa el burlesco, el grotesco, no el humor. Yo creo que esta palabra, humor, ha tenido tanto éxito porque toda la Europa mediterránea se enamoró del fantástico, elegantísimo, impasible y je, je, je lord inglés. El humor es una cuestión de standing. Ahora que son más pobres, los ingleses son mucho menos humorísticos. Los verdaderos humoristas son los suizos.
EL PAÍS: Yo no consigo verle la gracia a los suizos.
R. T.: Pero estará de acuerdo conmigo en que un lord inglés justifica esa pasión amorosa de la pobre Europa. Es la mejor idea de un hombre, de un verdadero hombre. Con sus domésticos, y sus monoculos, y esa elegancia inglesa. Los ricos meridionales son burdos y gritones, y no tienen charme ni gusto. En cambio los ingleses...
EL PAÍS: ¿Qué es el cine para Topor?
R. T.: He hecho mucho cine, hubo una época en que me interesó mucho, pero ahora ya me interesa menos. Es muy frustrante, porque es una industria. Tienta al artista con ese señuelo del gran público, de la posibilidad de hablar con mucho más público que desde el libro escrito o desde el cuadro. Pero en cambio lo que se puede decir es mucho menos. Es una lástima: el proyecto cinematográfico, cuando empieza, es lo más exaltante que hay. En cambio, cuando se acaba es para llorar... Hablo del cine en Francia. Yo he hecho cine con Leloux y con Arrabal, con Jerome Savary y con Polanski, y voy a seguir haciéndolo.
Trabajé con Fellini, en Casanova, y fue muy interesante para mí ver su lucha por conseguir plasmar lo que sentía en medio de esa terrible dominación de las razones comerciales.

El arte en aforismos

Pensadores como Hegel, Nietzsche, Adorno, Heidegger, Gadamer y Benjamin dan pistas sobre la esencia del arte que no siempre convergen. Abrimos fuego con una definición seguida de algunos aforismos.

1. Una obra de arte es un pedazo finito de realidad que distorsiona una experiencia del mundo para encender, en la propia mente o en la ajena, una ampliación de tal experiencia.

2. Una obra de arte es una compresión en pos de una expansión.

3. La ciencia converge con una manera de concebir el arte: evocar lo máximo con lo mínimo.

4. La esencia de la ciencia está en lo que la mente creadora descubre como compartido por varias experiencias de la realidad, la esencia del arte está en la experiencia de la realidad que una mente creadora logra compartir con otras mentes.

5. La grandeza de la ciencia está en que es capaz de comprender sin necesidad de intuir, la grandeza del arte en que es capaz de intuir sin necesidad de comprender.

6. El método del arte se basa en la comunicabilidad de complejidades (incluidas las ininteligibles) entre dos mentes: el acto artístico es posible.

7. Cuando el acto artístico ocurre entre una mente y ella misma, entonces el artista tiene la experiencia (intransferible) de su propia sinceridad.

8. Desde el genio de Altamira hasta el genio de Brunelleschi pasaron quince milenios (!) sin que nadie resolviera, de una vez por todas, la proyección de un volumen de tres dimensiones sobre una superficie de dos.

9. El cubismo, curiosamente, es plano.

10. El ombligo de Adán y Eva plantea un trilema en la historia de la pintura: cuando se pinta se contradice el conocimiento revelado, cuando no se pinta se contradice el conocimiento científico y cuando se oculta se contradice el conocimiento artístico.

11. Se puede escribir ciencia nueva con un lenguaje que no lo es, perfectamente.
12. En ciencia los contenidos tiran del lenguaje, en arte es el lenguaje el que tira de los contenidos.

13. Las edades de la cultura humana son siete:

a) la utilidad (la industria lítica del Homo habilis),
b) la estética (el hacha simétrica del Homo erectus),
c) la espiritualidad (el arte rupestre),
d) la abstracción (Mesopotamia, Egipto, Grecia...), e) la revelación por escrito(Torá, Biblia, Corán...),
f) la ciencia tal como hoy la entendemos (Renacimiento) y, finalmente, desprovisto ya de cualquier función social o religiosa: g) el arte por el arte (siglo XIX).

14. Cualquier reproducción de la ecuación de una ley fundamental de la ciencia es igualmente auténtica, pero una obra de arte no se puede reemplazar por ninguna de sus representaciones.

15. La ciencia es teoría para la experiencia, el arte es experiencia para la teoría.

16. Arte rupestre: la realidad es lo que deseo.

17. Arte egipcio antiguo: grafismo para la realidad del más allá.

18. Grecia clásica: la realidad es francamente mejorable.

19. Bizancio: oro para la gloria de Dios.

20. Románico: pedagogía severa de la fe.

21. Renacimiento: la realidad no tiene la culpa de las disciplinas estancas.

22. Prerrafaelita: luz para una realidad marchita.

23. Romanticismo: la realidad es lo que siento.

24. Impresionismo: realidad efímera pixelada justo a tiempo.

25. Expresionismo: la realidad es tan angustiosa como parece.

26. Cubismo: agítese la realidad antes de usarla.

27. Dadaísmo: dimisión irrevocable ante la realidad obsoleta.

28. Surrealismo: la realidad es lo que sueño.

29. Expresionismo abstracto: la realidad produce monstruos.

30. Pop Art: la realidad es lo que consumo.

31. Op Art: la realidad es una ilusión.

32. Hiperrealismo: la realidad no es bastante real.


Aforismos publicados en Babelia, suplemento cultural de EL PAÍS, el 8/3/2014.
 

La belleza y lo sublime



P. Como usted señala en su libro, todo empezó con la actitud de los dadaístas que rechazaron la idea de la belleza por no someter su trabajo al gusto de una clase dominante que había llevado a la terrible y traumática carnicería de la Primera Guerra Mundial.
R. Así es. La concepción de los dadaístas en 1915, en Zúrich, desde donde podían escuchar el bramido de los cañones, les llevó a decidir que ellos no proveerían de belleza a una sociedad capaz de una guerra como ésa. Y allí es que surge este grupo de buenos artistas, originales y profundos, que deciden hacer un arte deliberadamente antiestético. Debieron sentir que hacían algo profundamente significativo al abusar (vejar) de la belleza. Produjeron un trabajo que expresaba su revulsión, su indignación. Pero desde esa época se ha estimado que si eres serio como artista lo expresarás rechazando la belleza en tu trabajo. Ésa era la situación, aunque luego empecé a pensar en ciertos trabajos en los que la belleza estaba asociada con la guerra.


P. En 1984 usted escribió el libro El fin del arte.

El arte ha terminado o muerto varias veces a lo largo de la historia. Parece algo cíclico, ¿es acaso una forma de renovación teórica?
R. La idea que he estado desarrollando desde los años ochenta sobre el fin del arte tiene que ver con una concepción de la historia del arte como una disciplina progresiva. Eso querría decir que el arte es una empresa en progresión como lo es la ciencia. En ese ensayo pensé en la pintura histórica, uno de los grandes logros del siglo XIX en la pintura académica. Al aparecer las imágenes en movimiento, que eran mucho mejores que los cuadros al articular una narración, la pintura tuvo que buscar algo que hacer. En el siglo XX los esfuerzos de los vanguardistas surgieron de una necesidad de definir la pintura. En los años sesenta la definición filosófica del arte se hizo de pronto evidente. Y una vez que descubres lo que es la pintura, la investigación termina. Ése fue el fin del arte. No tenía nada que ver con las protestas. Tenía que ver con una investigación intelectual colectiva de los artistas interesados en el significado del sentido del arte. Eso quiere decir que todas las posibilidades quedan abiertas después del fin del arte, eso es lo bueno.


P. Una de las más persistentes ideas que han motivado su pensamiento se refiere a aquello que hace de un objeto cualquiera una obra de arte. ¿Tienen los museos ese papel, el de dictaminar qué es arte y qué no lo es?

R. Los museos, galerías y hasta en la vida cotidiana puedes elevar un objeto cualquiera a la categoría de obra de arte. Hace unos días tuvimos en el Central Park de Nueva York esa gran instalación de Christo, The gates. A la gente no le importaba si era una obra de arte, eran sólo cortinas, pero se sentían seducidos. Y no era sólo porque lucían bien, quizá el sentido del umbral, que es una forma con un simbolismo muy poderoso. Caminar a través de umbrales con cortinas te da la sensación de ir cambiando de estado. Creo que esa instalación tenía un efecto transformador, era más importante participar que simplemente mirarlo. Si piensas en la belleza como algo que miras, lo consideras una experiencia estética. Pero creo que las puertas de Christo y Jeanne-Claude ofrecen una experiencia moral. Tienes que atravesar uno a uno esos umbrales para tener la experiencia, algo más allá de la belleza.


P. ¿Lo sublime es un estado natural de la belleza?

R. El último capítulo de El abuso de la belleza toma la idea de lo sublime. Una idea que fue central en la teoría estética del siglo XVIII y que surgió porque la gente empezó a pensar que la belleza era algo limitado. Era sólo un asunto de buen gusto y juicio estético. Mientras tanto buscaban algo más poderoso, algo sobrecogedor. En el siglo XX la gente también buscó algo más allá de la belleza y la idea de lo sublime fue revitalizadora. Creo que tiene que ver con la noción de lo infinito, el deseo de una emoción intensa. Pero no creo que sea algo muy interesante. Las puertas de Christo no eran algo sublime, por ejemplo. Aunque puedan haber rozado ese logro al envolver el Reichstag de Berlín, gracias al poder simbólico del edificio. Al envolverlo y desenvolverlo lo hicieron renacer.


P. ¿Necesitamos la belleza para vivir?

R. Una de las cosas que se dicen en el libro apunta a que la belleza es uno de nuestros valores fundamentales. Es tan importante para la vida como la bondad y la verdad. Pero no creo que la belleza sea tan importante en el arte. Lo que importa en el arte es el significado. La belleza sólo tiene un papel si añade algo al significado de la obra y eso sucede usualmente cuando la obra tiene una función extra, además de ser mirada. Imaginar un mundo sin belleza es como imaginar la vida sin bondad. Es algo que nadie querría vivir.


La mirada del arte es una mirada teorica




"Los museos de arte clásico nunca han tenido la necesidad de incluir la teoría. Cuando alguien entra en el Prado, y ve Tizianos o Rafaeles, el discurso teórico está escondido, no es necesario. Piense en La Primavera de Botticelli, el cuadro más bello del mundo: nadie sabe que es una representación de la filosofía neoplatónica, ni falta que hace. Pero si lo sabes, ves otra dimensión de la pintura que le añade una profundidad insospechada". 

"En la Modernidad todo cambia. El discurso teórico ocupa un primer plano, es esencial. Si tú no sabes que estás mirando un cuadro cubista, seguramente no vas a saber ver lo que tienes que ver. Lo interesante es que nuestra mirada ahora es una mirada determinada por todo el proceso de la modernidad y, por lo tanto, es una mirada teórica, aunque no lo sepamos". (Felix de Azua)